lunes, 20 de mayo de 2013

Renacer Salvaje

Despojarme de mi camisa, de mi libro, de mi abrigo, de mi vida
Dejarlos todos, cáscaras vacías y hojas caídas
Ir en busca de un alimento y de un manantial
De agua fresca.

Encontraré un árbol tan grueso como diez hombres robustos
Las claras aguas derramándose sobre sus cenicientas raíces
Encontraré bayas, manzanas silvestres y semillas,
Y lo llamaré mi hogar.

Le diré mi nombre al viento, y sólo al viento.
La locura nos alcanza o nos deja en el bosque
hacia la mitad de todas nuestras vidas. Mi piel será
ahora mi rostro.

Debo de estar loco. La cordura abandonada junto a los zapatos
y mi casa,
mis tripas rugen. Avanzaré a trompicones por la hierba
y volveré a mis raíces, a mis hojas, a mis espinas, a mis retoños,
y temblaré.

Dejaré la senda de las palabras para adentrarme en el bosque
Seré un montaraz, y saldré al encuentro del sol,
Y sentiré cómo el silencio aflora a mis labios
Como antes las palabras.

Renacer Salvaje
Neil Gaiman



domingo, 19 de mayo de 2013

Barricada

Estoy por hacer algo realmente estúpido.
Sé que es estúpido. Lo sé. Pero no creo que tenga otra alternativa. Tengo que hacerlo ahora, que mantengo el coraje, la voluntad y un pulso firme.
Estoy enfermo. Desde siempre. Algunos días son mejores que otros. Cuando era joven mis padres rezaban para que sólo fuera un síntoma previo a los brotes epilépticos, pero las convulsiones nunca llegaron. Simplemente… no puedo confiar en mí mismo.
Veo cosas. Algunos días, puedo olerlas y oírlas también. Debería decir que las veía. Después de tomar cada posible combinación de medicamentos que a mis tres doctores se les pudo ocurrir, pensé que finalmente habían encontrado la solución química para mi defectuoso cerebro. He pasado seis años de estabilidad y normalidad relativa, dejando atrás un centro de rehabilitación por un pequeño apartamento, una colección de mayormente tolerables efectos secundarios, y un trabajo fijo. Me doy cuenta que esto puede sonarle aburrido a muchas personas, pero atesoro cada momento de esa insoportablemente sencilla monotonía.
Todo empeoró de un momento a otro.
Viernes por la mañana. Me desperté del primer sueño que había tenido en años, una fantasmagoría vívida de colores y sonidos. A regañadientes dejé mi perfecto y esterilizado apartamento para ir al trabajo.
Me di cuenta tan pronto como se abrió el ascensor de la extraña quietud y silencio en el aire pesado. La puerta principal del complejo de apartamentos estaba abierta, sin trabas y balanceándose sutilmente; un rastro casi imperceptible de humo viajaba a la deriva en la briza del viento. Afuera las anchas calles estaban vacías. Mi boca de repente se secó y volví sobre mis talones, sintiendo una creciente oleada de pánico y déjà vu.
Esta alucinación en particular, la quietud, el humo y la soledad, siempre fue mi más frecuente. Cerré mis ojos con fuerza y presioné los botones del panel del ascensor. Unos momentos más tarde estaba en el piso más alto, caminando medio ciego el trayecto hacia mi apartamento con una practicada familiaridad.
Una vez dentro, me senté en la cama, agarrado fuertemente del mango de mi bastón, los ojos cerrados, respirando despacio. Concentrado. Calmado. La mente clara. Abrí los ojos.
No puedo estar afuera así. Una vez me atropelló un camión cuando no tenía hogar y vagaba por las calles mientras mi mente únicamente veía espacio desocupado; necesitaré un implante de cadera antes de que cumpla cuarenta. Puedo escuchar las astillas de hueso que se muelen poco a poco con cada paso que doy. Llamé a mi jefe, y le dejé un mensaje disculpándome por estar muy enfermo y no poder asistir al trabajo.
Contuve mi aliento mientras abría la ventana en mi estudio. Está tan cerca al edificio de un lado que casi puedo tocar la pared de ladrillos. No alcanzo a ver la calle desde esa altura y ángulo, pero en lo que me asomé para inclinarme sobre el marco de la ventana, sonidos de pasos, el bullicio y quejido de motores llegó a mis oídos. El velo de quietud estaba roto, y sentí un gran alivio ahora que sabía que mi episodio terminó.
Contaba mis píldoras en columnas ordenadas sobre la mesa, probándome por quinta vez que había tomado mi ración diaria, cuando empecé a escuchar un griterío. Comenzó desde lejos, viajando por las vigas y soportes del edificio. Una hora más tarde los sonidos parecían venir del otro lado de mi puerta. Los ejercicios de respiración y relajación no me ayudaban, y estaba aferrado a la punta de mi cama, bañado en sudor. La idea apareció bien formada en mi mente: necesitaba hacer una barricada contra la puerta. Luché para suprimir el impulso; sería como darle la espalda a todo el progreso que he hecho si me convencía de que ese episodio era real.
Pero el griterío… era algo nuevo para mí.
Afuera se oía un movimiento continuo y la perilla de la puerta giraba violentamente y chocaba contra el cerrojo, repetidamente.
Me tomó un minuto decidirlo entonces. Me paré y tiré todo mi peso sobre la estantería. Se meció lentamente, inclinándose primero como si fuera un árbol y luego desplomándose al piso. Sobre ella puse mi escritorio y sillas, mientras mi cadera sufría con cada movimiento.
Escuché el sonido del golpeteo desistir y las terribles voces guardar silencio.
Eso fue hace tres días.
Vuelven cada día y arañan la puerta, vociferando esa basura demoníaca. Algunas veces me dejo creer que reconozco las voces. El teléfono está muerto, no hay electricidad. Siempre que me inclino en la ventana para pedir auxilio la única respuesta que obtengo es un ocasional chillido.
Cuando era más joven, cuando estaba en mi peor momento, mis episodios solían durar como mucho horas. Estoy exhausto. Tengo muy poca comida y la presión del agua ha decaído.
Tirado en mi cama en un momento de silencio absoluto, lo inevitable se me ocurre. Si me quedo moriré de hambre; pero lo que me pase del otro lado de la barricada, depende de cuan enfermo realmente estoy.
Quiero poder creerlo, que estoy simple y profundamente enfermo. La seguridad de ello me hace bien y me hace sentir despierto y lúcido. Necesito un doctor, seguro, pero pronto la alucinación se irá y mi mente se sanará. Sólo necesito escapar de esto. Necesito ir afuera.
Retiro lentamente las sillas, poniéndolas lejos de la puerta con gentileza, junto con los otros muebles. Corro el cerrojo, pongo mi mano en la perilla y trato de reprimir el terror en mis entrañas. La giro un poco.
Afuera, escucho un creciente murmullo. Mi seguridad se desvanece. Mi mano está en la puerta.
Estoy por hacer algo realmente estúpido.





¿Quién le pone el cascabel al gato?

Los ratones una vez se reunieron en consejo acordaron cómo se podrían proteger del gato. Y dijo uno que era más cuerdo que los otros:

-Atemos un cascabel al pescuezo del gato, y nos podremos proteger muy bien del gato, para que, cuando vaya de un lado a otro siempre oigamos el cascabel.

Y este consejo agradó a todos. Pero dijo uno:

-Es verdad, ¿pero quién atará el cascabel al pescuezo del gato?

Y respondió uno:

-¡Yo no!

Respondió otro:

-¡Yo no, que por nada del mundo querría acercarme a él!

Dice otro:

-¡Yo no!

Y así, los inferiores dejan vivir a los superiores más por miedo que por amor.

¿Quién le pone el cascabel al gato?
Cuento medieval.



El viaje íntimo de la locura

En el jardín hay un cerezo dormido, pero parece muerto. Este otoño comenzó a sentirse apático, y la dejadez se apoderó de su espíritu. La vida, cansada de verle abúlico y desastrado, decidió que lo mejor sería que se tomaran un tiempo para reflexionar con su relación,  y se marchó de vacaciones, dejándole en un estado de abatimiento que hizo que se fuera consumiendo poco a poco hasta que acabó por convertirse en lo que es ahora: el aletargado esqueleto de un cerezo; una osamenta de madera clavada al suelo, que sólo espera que regrese la vida.

El viaje íntimo de la locura
Robe Iniesta





miércoles, 15 de mayo de 2013

Instrucciones


Toca la puerta de madera en el muro que nunca
habías visto antes.
Di "por favor" antes de abrir el pestillo,
atraviesala,
baja por el camino.
Un diablo rojo de metal cuelga de la
puerta frontal pintada de verde,
como llamador,
no lo toques; morderá tus dedos.
Atraviesa la casa. No cojas nada. No comas nada.
En cualquier caso, si alguna criatura te dice que está hambrienta, aliméntala.
Si te dice que está sucia, limpialá.
Si grita que le duele, si puedes, alivia su dolor.

Desde el jardín trasero
serás capaz de ver el bosque salvaje.
El profundo pozo por el que pasas
conduce al reino del Invierno;
hay otra tierra en su fondo.
Si te vuelves aquí,
Puedes regresar atrás, de modo seguro;
no resultarás humillado, no pensaré mal de ti.

Una vez atravesado el jardín,
estarás en el bosque.
Los árboles son viejos. Ojos observan desde la maleza.
Debajo de un roble retorcido se sienta una anciana.
Te puede pedir algo. Dáselo.
Te indicará el camino al castillo.
Dentro hay tres princesas.
No te fies de la más joven. Sigue caminando.
En el claro más allá del castillo
los doce meses se sientan alrededor de un fuego,
calentándose los pies, intercambiando cuentos.
Te pueden hacer favores, si eres educado.
Podrías coger fresas en las heladas de diciembre.
Confía en los lobos, pero no les digas a donde vas.
El rio puede ser cruzado en el ferry. El barquero te llevará.
(La respuesta a su pregunta es esta:
Si le entrega el remo a su pasajero, el será libre para abandonar el bote.
Pero díselo desde una distancia segura).

Si un águila te da una pluma, conservala segura.
recuerda: que los gigantes duermen ruidosamente,
que las brujas son frecuentemente traicionadas por sus apetitos;
los dragones tiene un punto débil, en algún lugar, siempre;
los corazones pueden estar muy ocultos
y tu traicionarlos con tu lengua.

No tengas celos de tu hermana.
Conoce que los diamantes y las rosas
son tan incómodos cuando caen de los labios de uno
como los sapos y ranas:
mas frios, también, y más afilados, y cortan.

Recuerda tu nombre.
No pierdas la esperanza - lo que buscas será hallado.
cree en los fantasmas. Cree que aquellos a los que hayas ayudado,
te ayudarán a cambio.
Confía en los sueños.
Confía en tu corazón y confía en tu historia.
Cuando vuelvas, vuelve por el camino que viniste.
Los favores serán devueltos, las deudas serán pagadas.
No olvides tus modales.
No mires atrás.
Cabalga al águila sabia (no caerás)
Cabalga al pez de plata (no te hundirás)
Cabalga al lobo gris (agarraté fuerte a su pelo).

Hay un gusano en el corazón de la torre;
por eso no resistirá.

Cuando alcances la casita,
el lugar donde comenzó tu viaje,
la reconocerás,
auqnue parecerá mucho más pequeña
de lo que la recuerdas.
Sube por el camino y pasa la puerta del jardín
que solo viste antes una vez.
Y entonces, ve a casa. O construye una casa.

Y descansa.



Instrucciones.
Neil Gaiman.




martes, 14 de mayo de 2013

Arriba

¿Sabes lo que es un Cordycep? Hasta hace veinte minutos yo tampoco lo sabía. Es una familia de miles de tipos diferentes de hongo que crecen alrededor del mundo en varias junglas y bosques tropicales. Lo terrible de estos hongos es que son parasitarios, crecen en otros animales. Una hormiga se encuentra con algunas esporas y luego éstas se apoderan de sus órganos vitales, comenzando por el cerebro. En algún momento la hormiga comenzará a mostrar los síntomas, quedándose parada en un mismo lugar, tiritando o caminando en círculos. Si un miembro de su colonia la ve en este estado la hormiga sería conducida lejos de la colonia y exiliada.


Cuando ya casi se termina todo para ella, la hormiga trepa lo más alto que puede sobre las lianas de la jungla y asegura su cuerpo ahí. Finalmente muere, y el hongo emerge de su cabeza, como un fruto maduro. Después de un tiempo este hongo comienza a liberar sus propias esporas, dejando el cadáver momificado y roto de la hormiga bajo su tallo con sus cavidades oculares llenas de hongo seco.
Les digo esto porque anoche, mientras estaba en el techo del edificio donde vivo, hallé el cadáver de mi hermano.
Él había vuelto después de estar dieciocho meses en las Filipinas en servicio militar, y se quedaría por al menos tres días. Era la primera vez que lo veía desde que regresó. Mis padres me llamaron anteayer para decirme que venía en camino hacia mi casa. Me dijeron que se había quedado en su cuarto desde que llegó, y que de repente se había levantado y dicho que iba a salir para visitarme. Pensaron que estaba ebrio…, yo supuse que nunca llegó. A juzgar por su olor debió de subir directamente al techo y murió ahí.
Estaba terminando un cigarrillo, abrumado por la ansiedad y con mi cabeza palpitando. Cuando el olor del humo se desvaneció sentí una oleada de podredumbre en el aire caliente. Me tomó unos minutos encontrarlo, boca abajo con su cara sobre un tragaluz. Una columna delgada y gris se levantaba indiscretamente desde la base de su cráneo y una cascada congelada de raíces salía de las cuencas de sus ojos y su boca. En la punta del tallo había un cúmulo de pequeños jirones despidiendo polvo blanco.

Las esporas habían flotado a la deriva por el norte del edificio durante todo el día, mi lado del edificio. Bajé a mi apartamento para llamar a la policía. Mi dolor de cabeza estaba convirtiéndose en una jaqueca febril. Entré a mi apartamento y al instante que traté de levantar el teléfono el dolor estalló en mi cabeza, tanto que casi me desmayo. Desde entonces he intentado tres veces alcanzar el teléfono, pero nunca consigo poner mi mano sobre él.

Lo mismo ocurre cuando me levanto e intento salir de la habitación; siento como si espinas de hielo se incrustaran en mi cráneo y mis miembros se tensan y tiemblan.
Las hormigas, en sus últimos momentos, trepan a lo más alto que pueden llegar. Esto es para que la espora se esparza sobre la colonia que está debajo. Al final, el parásito controla a la hormiga casi inteligentemente.

El dolor es casi cegador ahora, y un nuevo pensamiento ha ido apareciendo rítmicamente en mi cabeza, como si fuera una grabación que se repite. Arriba. Arriba. Arriba.

Conjuntamente con esto veo la imagen del edificio donde está mi oficina. Es más alto que el de mi apartamento, el lugar más alto en el que puedo pensar, y aunque el bulto en la parte trasera de mi cuello es del tamaño de un durazno y la piel encima estirada y brillante, estoy mareado y con la vista nublada, creo que puedo llegar hasta ahí. Arriba.

No. Estoy enfermo. Necesito ayuda.

El edificio vuelve a aparecer en mi mente. El viento frío. El techo y el cielo. Estas imágenes y conceptos alivian el dolor en lo que pasan por mi mente. Creo que puedo llegar ahí. Arriba. Arriba.

Si vives en el centro de Chicago, te recomiendo que largues de una puta vez de aquí.




viernes, 10 de mayo de 2013

El día de los platillos volantes

Aquel día aterrizaron los platillos. Cientos de ellos, dorados,
Silenciosos, bajaron del cielo como inmensos copos de nieve,
Y los terrícolas salieron
            a contemplar su descenso,
Expectantes, ansiosos por saber lo que nos esperaba
             en su interior
Y sin saber si seguiríamos aquí mañana
Pero tú ni siquiera te diste cuenta porque
 
Aquel día, el día que llegaron los platillos volantes,
             fue a coincidir
Con el día en que las tumbas liberaron a sus muertos
Y los zombis levantaron la mullida tierra
O salieron disparados, tambaleándose y con los ojos
             mortecinos, imparables,
Se acercaron a nosotros, los vivos, que gritamos y salimos
             corriendo,
Pero tú no te diste cuenta porque
 

El día de los platillos, que fue el día de los zombis, fue también el Ragnarok
y en las pantallas de los televisores vimos
Un barco construido con uñas de hombres muertos,
Una serpiente, un lobo,
Tan grande que la mente humana no alcanza a concebirlos
Y el cámara no pudo
Alejarse lo suficiente y entonces aparecieron los dioses
Pero tu no los viste venir porque


El día de los platillos-zombis-dioses de la guerra
             las compuertas se rompieron
Y fuimos arrollados por genios y duendes
Que nos tentaban con deseos y prodigios y eternidades
Y encanto y sabiduría y corazones
             fieles y valerosos y calderos de oro
Mientras los gigantes arrasaban la tierra
             a su paso, junto con las abejas asesinas,
Pero tú no te enteraste de nada de esto porque
 
Aquel día, el día de los platillos el día de los zombis
El día del Ragnarok y las hadas, el
             día en que se desataron los fuertes vientos
Y las nevadas, y las ciudades se volvieron de cristal, el día
En que murieron todas las plantas, se disolvieron
             los plásticos, el día
En que los ordenadores se encendieron con un mensaje
             en sus pantallas que nos exhortaba a obedecer, el día
En que los ángeles, borrachos y confusos, salieron de los bares
             con paso vacilante,
Y tocaron todas las campanas de Londres, el día
En que los animales comenzaron a hablarnos en asirio,
             el día del Yeti,
El día de las capas al viento y de la llegada de
             la Máquina del Tiempo,
Tú no te enteraste de nada porque
estabas sentada en tu habitación, sin hacer nada
ni leer siquiera, tan sólo
mirabas el teléfono,
preguntándote si yo volvería a llamarte.


El día de los platillos volantes
Neil Gaiman